Las autoridades israelíes confirmaron el martes por la noche que uno de sus bombardeos, perpetrado en Beirut, se cobró la vida durante tres semanas de Hashem Safieddine, presidente del Consejo Consultivo de Hizbolá. Safieddine también fue considerado un posible sucesor al frente de este grupo del asesiniano Hasan Nasralá, de quien fue el primero. Safieddine, cuya muerte no fue confirmada por sus correligionarios, «tuvo una gran influencia en el proceso de toma de decisiones del partido sobre diversos temas» y fue quien reemplazó al líder durante sus ausencias en el Líbano, tras una comunicación del el ejército que la acusa de dirigir «actos terroristas contra Israel».
El Gobierno de Benjamín Netanyahu asegura que acabará dando un guiño a los máximos dirigentes del grupo ante todo aquello que cause daño al Estado o a sus ciudadanos. En los últimos dos días dijeron que se habían reunido con otros tres comandantes y unos 70 milicianos del grupo en el sur del Líbano, donde las tropas han estado continuando una invasión terrestre durante casi un mes. Al mismo tiempo, el ejército continúa enviando órdenes de evacuación forzosa a la población de las zonas consideradas de combate. Este miércoles tocó algunos barrios de la ciudad de Tiro, en la costa mediterránea, y una veta de kilómetros del frente, al que los habitantes piden dirigirse hacia el norte.
La gran presencia militar no impide que esta misión acoja diariamente a Israel. Las alarmas saltaron en Tel Aviv en la madrugada, mientras se reunía en esta ciudad con el secretario de Estado de EE UU, Antony Blinken, en su décimo viaje a la región donde comenzó la guerra. Antes de continuar su viaje hacia Arabia Saudita, las defensas antiaéreas locales burlaron dos misiles lanzados desde territorio libanés.
Junto a Hashem Safieddine, tras la comunicación del ejército israelí, uno de los altos instigadores de inteligencia del partido-milicia chi, Ali Hussein Hazma, y otros miembros del grupo también murieron en ese ataque llevado a cabo la noche del 3 al 4 de octubre. Los aviones apuntaron a un corazón subterráneo situado en el suburbio de Dahiye, un feudo de la formación en la capital libanesa y uno de los principales objetivos de la actual ofensiva militar israelí desolada por tierra y aire durante el último mes. Es en este mismo barrio donde se produjo un ataque en la cabeza del mismo tipo que el 27 de septiembre contra Nasralá, el líder histórico de una milicia destruida en 1982 y que cuenta con el apoyo directo de Irán.
No es la primera vez que Israel tarda unas semanas en confirmar que ha logrado derrotar a algunos de sus enemigos más importantes. A diferencia de Yahia Sinwar, líder de Hamás, que abandonó el ejército la semana pasada en Gaza y cuyo cuerpo fue trasladado a Israel, los ataques desde el aire con cientos de kilos de bombas atrajeron a los refugios de seguridad excavados en el subsuelo impididen que a menudo saben lo que han hecho. Es lo que ocurrió con el jefe de la rama militar de Hamás en Francia, Mohamed Deif, cuya muerte en un bombardeo a principios de julio no fue anunciada hasta el 1 de agosto, aunque Hamás no la confirmó, como ocurrió con Sinwar.